Una relación personal con el Señor Jesús produce cambios. No superficiales, sino profundos y duraderos. Cuando le rendimos nuestro corazón, nos permite ser el hombre o la mujer que ha tenido en Sus planes desde antes de la fundación del universo.
Por Fernando Alexis Jiménez | #RadioVidaFamiliar
A través de la historia, las películas e ilustraciones gráficas, nos presentan la imagen de los vikingos como personas altas, de tez blanca, cabellera rubia y, en el caso de los hombres, fortachones. Pero en realidad no eran ni lo uno ni lo otro. Así lo revelan recientes estudios de la Universidad de Copenhague.
Con base en el patrimonio genético descubrieron la fisonomía de los legendarios guerreros nórdicos, era totalmente diferente. Para llegar a esta conclusión, los científicos estudiaron 442 fragmentos óseos que datan de hace miles de años y que se encontraron en Escandinavia.
Ahora meditemos en la vida de hoy. ¿Ha pensado alguna vez que as personas alrededor esperan que los cristianos sean perfectos? Esta imagen dista mucho de la realidad. Usted y yo somos creyentes en Jesucristo, inmersos en un proceso de transformación permanente.
Recuerde a Pedro. Era discípulo de Jesús, pero en el momento de la crisis, lo negó. También Judas. Era seguidor del Maestro, pero lo vendió ante el Sanedrín. ¿Y qué decir de Tomás? Vio los milagros de Cristo, pero no podía creer en Él cuando lo vio resucitado.
El evangelista Lucas revela la historia de Jesús cuando encontró a Zaqueo, en un árbol sicomoro en una vía transitada de Jericó. De hecho, fue a cenar al hogar de este hombre. Claro, Zaqueo tenía muchos errores; sin embargo, el encuentro con el Salvador lo transformó definitivamente.
Leemos en la Palabra:
“Entonces Zaqueo, puesto en pie, dijo al Señor: He aquí, Señor, la mitad de mis bienes doy a los pobres; y si en algo he defraudado a alguno, se lo devuelvo cuadruplicado. Jesús le dijo: Hoy ha venido la salvación a esta casa; por cuanto él también es hijo de Abraham. Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido.” (Lucas 19: 8-10 | RV 60)
Una relación personal con el Señor Jesús produce cambios. No superficiales, sino profundos y duraderos. Cuando le rendimos nuestro corazón, nos permite ser el hombre o la mujer que ha tenido en Sus planes desde antes de la fundación del universo.
Si aún no ha recibido a Jesucristo como su Señor y Salvador, hoy es el día para que lo haga. Permita que gobierne su vida y en su hogar. Es la mejor decisión que podemos tomar.
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