Perdonar y orar por quienes nos han causado daño, nos permite experimentar transformación y, de paso, alcanzar paz interior. La decisión está en nuestras manos. Quien nos ayuda en el proceso, es Dios mismo quien nos fortalece.
¿Qué debemos hacer con aquellas personas que nos provocan mal y, probablemente, son causantes de nuestro dolor? Aun cuando la respuesta no nos guste, es necesario considerarla: por esas personas debemos sentir compasión, perdonarlas y orar a su favor. Así lo aprendemos en la Palabra de Dios.
Nuestro Señor Jesucristo lo describe de la siguiente manera:
“Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos.” (Mateo 5: 44, 45 | RV 60)
Le animamos a leer esta enseñanza una y otra y otra vez. Podemos asegurarle que traerá impacto a su vida.
De acuerdo con las Escrituras, instruyó a sus seguidores y hoy a nosotros:
- Amar a los enemigos.
- Bendecir a quienes nos persiguen.
- Hacer el bien a quienes nos aborrecen.
- Orar por quienes nos persiguen.
En su conjunto, estos principios constituyen un distintivo del cristiano auténtico.
Un grupo de profesionales en sicología coinciden en la importancia de perdonar cuando identificamos quiénes son aquello que nos hacen daño:
“Perdonar significa diferentes cosas para diferentes personas. Pero generalmente implica una decisión de dejar atrás el rencor y los pensamientos sobre venganza. Quizás siempre recuerdes el acto que te hirió o te ofendió, pero el perdón puede disminuir el poder que tiene sobre ti y ayudar a que te liberes del control de la persona que te hirió. El perdón puede incluso llevar a tener sentimientos de comprensión, empatía y compasión para la persona que te hirió. Perdonar no significa olvidar, ni encontrar excusas para el daño que se te hizo, ni reconciliarte con la persona que te causó el daño. Perdonar da un tipo de paz que te ayuda a continuar con tu vida.”
Cuando oramos por quienes nos han causado daño, y de paso los perdonamos, apreciamos los beneficios:
- Logramos relaciones más sanas
- Mejora la salud mental
- Menos ansiedad, estrés, y hostilidad
- Presión arterial más baja
- Menos síntomas de depresión
- Un sistema inmunitario más fuerte
- Mejor salud cardíaca
- Mejor autoestima
Ganamos más con perdonar y orar por aquellos que quizá hemos rotulado como nuestros enemigos.
¿Qué ocurre cuando no perdonamos? Las consecuencias son contraproducentes:
- Desarrolla enojo y amargura en cada relación y nueva experiencia
- Estará tan enfocado en la mala experiencia que no podrá disfrutar del presente
- Se deprimirá, o experimentará ansiedad.
- Sentirá que su vida no tiene ni sentido ni propósito, o que está en conflicto con sus creencias espirituales
- Perderá una conectividad con otras personas, conectividad que es valiosa y enriquecedora
Sobre la base de lo anterior, es importante hacer un alto en el camino. ¿En qué estamos fallando? Una vez lo hagamos, debemos disponernos a imprimir cambios. Es cierto, en nuestras fuerzas resulta imposible, pero no con ayuda de Dios. Él nos fortalece para experimentar cambio y crecimiento permanentes.
Si no ha recibido a Jesucristo como su único y suficiente Salvador, hoy es el día para que lo haga. Permita que Jesús reine en su vida y en su hogar. Es la mejor decisión que podemos tomar.
© Fernando Alexis Jiménez | Ministerios Vida Familiar | #RadioVidaFamiliar
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