El Señor nos ayuda para avanzar un día a la vez. Nos concede la fuerza para perdonar. Nos permite experimentar cambios y transformación, al tiempo que nos lleva a perseverar en ese propósito. Hoy es el día para dar ese paso.
Cuando nos enamoramos, por supuesto antes del matrimonio, solamente ponderamos los aspectos positivos de la otra persona. Pasamos por alto sus errores. Una vez despertamos a la realidad, cuando se convive bajo el mismo techo, surgen los conflictos. ¿Qué hacer? ¿Ceder a la tentación de divorciarnos como única alternativa? Por supuesto que no.
Con frecuencia nos enfrentamos a:
- Conflictos de pareja
- Falta de aceptación de nuestro cónyuge
- Irritabilidad en la relación, que nos impide soportarnos mutuamente
- Heridas emocionales como consecuencia de las discusiones
- Sensación de progresiva pérdida del amor hacia nuestra pareja
No podemos permitir que las diferencias conyugales nos separen.
- El matrimonio tiende a convertirse en un infierno.
- Los hijos llevan la peor parte. Se enfrentan a la inseguridad emocional y los temores.
- Si no intervenimos a tiempo, los problemas se agigantan.
¿Hay salida al laberinto? Por supuesto que sí, con ayuda de Dios. Si lo permitimos, el Espíritu Santo nos guía en el proceso:
“Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley.” (Gálatas 5:22-23 | RV 60)
Por favor, tome nota de lo que enseña el texto. Plantea que el Señor nos ayuda para avanzar un día a la vez. Nos concede la fuerza para perdonar. Nos permite experimentar cambios y transformación, al tiempo que nos lleva a perseverar en ese propósito. Hoy es el día para dar ese paso.
A propósito, ¿ya recibió a Jesucristo como su único y suficiente Salvador? Hoy es el día para que lo haga. Permita que Él reine en su vida y en su hogar, es la mejor decisión que podemos tomar.
© Fernando Alexis Jiménez | Ministerios Vida Familiar | #RadioVidaFamiliar
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