Cuando cambiamos nuestra forma de pensar y de actuar, con ayuda del Señor, nuestra calidad de vida mejora, en el ámbito espiritual, familiar e interpersonal, en el trato con los demás.
Fernando Alexis Jiménez | Editor de la Revista Vida Familiar
Lucia termino de discutir con su esposo. La embargaba la sensación de que jamás podría cambiar. Era irascible e intolerante. Roberto, su marido, salió de la casa con el deseo de no regresa jamás.
Hoy, varios meses después, han visto una luz al final del camino. Lucía controla sus emociones, las mismas que otrora se disparaban con facilidad. Desataban discusiones. Roberto, por su parte, se ha tornado más tolerante y tiene ahora una mejor disposición para escuchar a su cónyuge.
Ahora, quizá se esté preguntando: ¿Es posible cambiar y crecer? Por supuesto que sí, Compartimos con usted varias razones:
- No podemos desalentarnos por las ocasiones en las que fallamos en el propósito de cambio.
- Si nos hemos equivocado es porque estamos luchando por cambiar en nuestras propias fuerzas, no con el poder de Dios.
- Jamás es tarde para emprender el proceso de cambio y crecimiento.
- Quien nos ayuda a vivir ese tránsito de transformación permanente, es Dios mismo.
¿Por qué motivo?
- Porque nos brinda guía oportuna.
- Nos da la fuerza necesaria para perseverar.
- Nos permite identificar los errores y corregirlos a tiempo.
Cuando cambiamos nuestra forma de pensar y de actuar, con ayuda del Señor, nuestra calidad de vida mejora, en el ámbito espiritual, familiar e interpersonal, en el trato con los demás.
Hablando a una multitud, el Señor Jesús dijo:
“… ¿A qué compararé el reino de Dios? Es semejante a la levadura, que una mujer tomó y escondió en tres medidas de harina, hasta que todo hubo fermentado.” (Lucas 13: 20, 21 | RV 60)
Piénselo con detenimiento. La decisión de experimentar el cambio, es suya. Dios desea ayudarle, pero usted debe dar el primer paso. Arrepiéntase de sus errores y decida vivir conforme a la voluntad del Padre celestial.
Cuando nos arrepentimos, nuestra vida personal, espiritual y familiar es afectada positivamente. Es fruto de la decisión de renunciar a una pecaminosidad voluntaria (Lea Mateo 3: 5-8) la clave es recibir a Jesucristo como nuestro Señor y Salvador. Decídase hoy por Jesús en su vida y en su corazón.
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