Haga un alto en el camino. ¿Está usted respondiendo al llamado de Dios? ¿Es consciente de cuál es ese llamamiento? ¿Qué le impide dar nuevos pasos hacia la materialización del llamamiento?
Fernando Alexis Jiménez | Editor de la Revista Vida Familiar
La Biblia abunda en acontecimientos especiales. Relatan el llamamiento de Dios a hombres y mujeres. Todos giran en torno a un elemento común: servir. En el Antiguo Testamento, ser partícipes en el cumplimiento del plan eterno del Padre. En el Nuevo Testamento, la proclamación de las Buenas Nuevas de Salvación.
Salvo casos como el del profeta Jonás que rehusó cumplir la misión o de Judas que se convirtió en instrumento de tropiezo, la mayoría de quienes recibieron la convocatoria divina, respondieron, en algunos casos, renunciando a todo, como los discípulos, junto al mar de Galilea.
“Y, en cuanto llegaron a tierra firme, dejaron todo y siguieron a Jesús.” (Lucas 5: 11 | NTV)
Al leer las cartas del apóstol Pablo, descubrimos que tenía claro su llamado. Era apóstol, llamado a plantar nuevos grupos de seguidores de Jesús. Incansable, enfocado en un propósito, dependiendo de Dios en todo momento.
“Yo, Pablo, elegido por la voluntad de Dios para ser apóstol de Cristo Jesús, escribo esta carta al pueblo santo de Dios en Éfeso, fieles seguidores de Cristo Jesús. Que Dios nuestro Padre y el Señor Jesucristo les den gracia y paz.” (Efesios 1: 1, 2 | NTV)
Al saludad a los creyentes de Éfeso dejó claro: que había escuchado el llamamiento del Señor, que había sido elegido para cumplir una tarea, que no era superior a nadie, sino, siervo de Jesucristo, que se dirigía a un pueblo escogido que caminaba tras las huellas del Maestro y, les expresa el deseo de que sean cubrirlos con la gracia o amor ilimitado del Padre y tengan paz, que aplicaba a sus vidas, familia y entorno donde se desenvolvían.
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